domingo, 15 de enero de 2012

El triángulo del cordero asado




Si amigos si, no estoy equivocado ni estaba pensando en otros triángulos, como el de las Bermudas, por ejemplo. Me  refiero a la figura geométrica que forma la unión en línea recta entre los pueblos de Peñafiel (Valladolid), Aranda de Duero (Burgos) y Sepúlveda (Segovia).

El viajero gastrónomo siempre ha gustado de ir a comer lechazo o cordero (elíjase lo que se prefiera, pero el animal solo ha tenido que ser alimentado por la leche materna) a tierras castellanas, en primer lugar porque lo manda la tradición del madrileño  arquetípico y en segundo lugar porque es lo suyo.

Tirando de recuerdos, el viajero piensa en los inicios de su idilio con el cordero, y se remonta a su infancia, cuando en navidades, sobre todo en nochebuena, el plato estrella, al menos en Madrid, era el cordero asado, acompañado de una ensalada de escarola. También completaban el menú la lombarda de primero y el besugo al horno para el que no le gustara el cordero.

El viajero nunca olvidará esas navidades de la infancia. Piensa que nunca volverán. Pero esa es otra historia….

Con la adolescencia y juventud, llegan las primeras escapadas a comer cordero y el sitio preferido era Sotosalbos, en Segovia, un poquito más allá de Torrecaballeros ( adonde iba toda la jauría madrileña).

El restaurante, Las Casillas, y su dueño, Víctor, eran como una segunda casa. El menú consistía en croquetas, cordero con ensalada y quesada de postre. Todo ello regado con jarras de cigales fresco (el paraíso, vamos).

Con el tiempo, desgraciadamente, el restaurante fue siendo descubierto por más gente. Se amplió y perdió todo su encanto. Por tal motivo, el viajero tuvo que cambiar de lugar de peregrinación y subir más al norte.

El pueblo elegido fue Peñafiel, cuna de la Ribera del Duero, antes de que se diera a conocer. El viajero recuerda excursiones a Peñafiel y Pesquera a comprar vino tinto con la garrafa….  Hoy, si no eres Aznar o Julio Iglesias, ni te reciben las bodegas…..

De Peñafiel, elegimos el asador Mauro, en la subida al Castillo. El menú seguía basándose en el cordero, aunque admitía variantes. Era el caso del queso (Flor de Esgueva) y el vino (descubrí el Emilio Moro y cambió mi vida).

Los otros dos pueblos que cito en el triángulo son Sepúlveda y Aranda, el viajero los conoce, aunque, por afinidades y costumbres, no ha solido comer allí, aunque sus figones y fogones tienen merecida fama.


El último descubrimiento, genial por otra parte, es Sacramenia, en Segovia. Si nos fijamos en el mapa, se encuentra equidistante de Peñafiel, Sepúlveda y Aranda, y su cordero, no se si por tal motivo, es sublime.
El restaurante elegido es una carnicería (Restaurante Maribel). Y digo bien, su entrada es por la carnicería, y se pasa luego al salón. Estamos ante una casa de comidas de las que ya quedan pocas. Aquí la reciedumbre castellana se impone en el menú (solo cordero, ensalada y tinto de la zona en jarras), pero es el mejor cordero que el viajero ha degustado en su vida.

Aunque para gustos, los colores.


Seguiremos informando…….



viernes, 13 de enero de 2012

Ávila y el granito místico


El viajero gusta de viajar a las ciudades en su época de esplendor, y para él, la mejor estación para ir a Ávila es el invierno. Preferentemente un sábado por la mañana en un día de frío intenso.

Al llegar a la ciudad, el primer sitio que le llama la atención es la plaza de la santa (Santa Teresa), desfigurada por un atroz edificio de Moneo al que no le da vergüenza, por lo que se ve, o le pagan, compararse con la delicia románica de la Iglesia de San Pedro, y su hermoso rosetón.


Una vez tomado café y croissant a la plancha (vale también el españolizado término “curasán”) y recrearse la vista en la pastelería de las yemas (lo de comprarlas es opcional, aunque al viajero, la que más le gustan son las yemas de Almazán que gustaba de comprar cuando iba a Barcelona en coche mientras paraba en Medinaceli, en el Hotel Nico), el viajero se adentra en la ciudad amurallada por la girola de la catedral, que sirve de adarve defensivo a la muralla por la puerta del Alcázar y se detiene a ver la Catedral por fuera, ya que por dentro, desgraciadamente, cada vez es más difícil contemplar una catedral sin que le cobren, lo cual, le parece un atraco, pero esa es otra historia….


Al viajero siempre le ha llamado la atención la piedra en Ávila y busca, dentro del frío, su calidez, que la tiene, pero a costa del sacrificio castellano.

Una vez contemplada y admirada la catedral, se dirige hasta la Basílica de San Vicente, en este caso extramuros, otra delicia románica, y nota la diferencia de temperatura en sus carnes de estar dentro a estar fuera de la muralla con lo que, una mirada rápida a la basílica y vuelta a la ciudad amurallada.




De vuelta a la ciudad, callejea hasta la plaza del mercado chico, los recuerdos le asaltan por un heroico corte de pelo que tuvo el valor de hacerse en una fría mañana de enero hace ya unos cuantos años.

Por las calles de Ávila, se busca el calor de los bares. Uno se imagina como puede ser la vida en esta ciudad y la idealiza. El café de la mañana, el vino del aperitivo, las tardes con el chocolate. La vieja Castilla…….

El viajero recomienda tomar el pulso a la ciudad, observar a las gentes, mirar sus comercios, admirar iglesias y palacios, imaginarse que en cualquier esquina uno se va a encontrar con Santa Teresa o San Juan de la Cruz, en fin…..


Seguiremos contando…..

lunes, 9 de enero de 2012

El Madrid de los Austrias


El viajero es hombre que gusta de preguntarse el porqué de las cosas. Unas veces la respuesta le satisface, otras hace oídos sordos y prefiere no saber….
La denominación Madrid de los Austrias, en relación con los itinerarios guiados, se aplica una heterogénea gama de circuitos por las calles de Madrid que, de un modo u otro, tienen relación con la dinastía que reinó en España durante los siglosXVI y XVII.
El desarrollo urbano y sus transformaciones no tienen que ver directamente con la forma política de un estado y su evolución, aunque si se puede hablar de un determinado sello y características peculiares.
Por ejemplo, en los dos siglos en los que han gobernado los Austrias,  podemos encontrarnos con una sucesión de estilos arquitectónicos que van desde el Gótico Mudéjar, el Plateresco y el Barroco.
Si tenemos que elegir un estilo predominante es el Barroco, que ocupa casi todo el siglo XVII y en el caso español, una gran parte del XVIII.
En un itinerario por el Madrid de los Austrias buscaremos señas barrocas (Plaza Mayor, Descalzas, Encarnación, San Ginés), algunas Renacentistas (Casa del Cordón, Casas de Malicia) y Gótico Mudéjar en la Plaza de la Villa.
Sin embargo, el edificio más copiado, o, mejor dicho, el estilo más reproducido es el del Monasterio de San Lorenzo del Escorial con su estilo Herreriano.
Este estilo poco tiene que ver con otras corrientes renacentistas a la italiana, o con el alborear del barroco, sino que tiene un sello propio: la sobriedad.
El crecimiento urbano del Madrid de los Austrias está perfectamente definido en la topografía de Pedro de Teixeira, y, si uno da un paseo por Madrid, puede darse cuenta perfectamente cuales son los límites del Madrid Barroco, al nuevo Madrid del XIX. Por ejemplo, todos los antiguos bulevares desde Marqués de Urquijo, Carranza y Génova hasta Colón y el eje del Prado, suponían en límite exterior de la cerca, que no muralla de Felipe IV.
Seguiremos contando….
El Madrid de la cerca (puertas y portillos...)



Palacio de Santa Cruz (Fachada y torres de aire escurialense)



Plaza de la Villa (resumen de estilos del Madrid de los Austrias)




lunes, 2 de enero de 2012

Una Segovia particular....


El viajero, que no viajante, es muy aficionado a dejarse caer con frecuencia, y más en los meses de frío a la ciudad de Segovia.

Al margen de afectos y consideraciones personales, el viajero piensa que Segovia es una ciudad preciosa, habitable, fría y acogedora al mismo tiempo y que rezuma Castilla por los cuatro costados.

Sin embargo, y como complemento a su larga lista de atractivos, nos encontramos con una ciudad que es un mirador en sí misma. Mirador del Guadarrama, Peñalara y la Mujer Muerta, escenarios que por sí solos merecen la pena.

El emplazamiento de la ciudad, determinado por la orografía y los ríos Clamores y Eresma es privilegiado y, sobre todo, fácilmente defendible en los tiempos en que las ciudades necesitaban protegerse de invasores y ejércitos enemigos.

Existen dos zonas perfectamente diferenciadas: el casco viejo, o parte alta, y el casco nuevo, o parte baja de la ciudad.

Para acceder a la parte alta, iniciamos el recorrido desde la Plaza del Azoguejo, donde resalta el Acueducto. Se trata de una plaza atípica, no es porticada, y tiene un trazado irregular determinado por la presencia del  acueducto, pero impresiona y sobrecoge tan magnífica obra arquitectónica y da una idea de cómo podía ser esa ciudad romana…..

Nos dirigimos por las calles Cervantes y Juan Bravo, a subir a parte alta, que culmina en la Plaza Mayor y la Catedral.

Esta calle, nos ofrece salientes y miradores espectaculares de la ciudad y la sierra, como el que se encuentra enfrente de la Casa de los Picos.

A mitad de camino, nos encontramos con otra plaza, renacentista y medieval a la vez, con la Iglesia Románica de San Martín, la estatua de Juan Bravo y el torreón de los Lozoya. La plaza, otra vez irregular es una joya que no tiene desperdicio.

Llegamos por fin a la Plaza Mayor que, como no podía ser de otra manera no tiene un trazado uniforme, y en la que destaca sobremanera la Catedral de Santa María, aunque lo que vemos en realidad es un lateral y la girola.

Cuando uno se sitúa a en la girola, se puede perfectamente un mar de pináculos góticos.
La catedral tiene un estilo ecléctico, es una mezcla entre gótico tardío y Renacimiento.

Los turistas, tan aficionados a respetar los itinerarios preestablecidos, bajan de la catedral al Alcázar por la calle de Marqués del Arco y Daoiz. Yo aconsejo perderme en la judería, es decir, una vez en la girola de la catedral, tomar la calle San Frutos (Patrón de Segovia) y bajar hasta la puerta de San Andrés. De ahí, bordeando las murallas, nos acercamos al Alcázar.

Del Alcázar destaco mis recuerdos infantiles ligados al Exin castillos. Sus magníficas vistas desde la torre del homenaje y el contraste de paisaje entre las zonas con agua en los ríos y la meseta sobria castellana que se mira enfrente, y que se puede tocar con la mano. La iglesia de la Vera Cruz, cerca de Zamarramala es mi capricho románico que, según recientes investigaciones no es obra de los Templarios, sino de los Hospitalarios (esto último es un aporte de mi admirado Dalek Caan).

Para volver y huir del turismo, elegimos la calle Velarde (esta vez en subida) y callejeamos y nos deleitamos con la profusión de palacios y casas blasonadas que jalonan el casco histórico.

Si continuamos por estas calles encontraremos la imponente torre románica de San Esteban que, salvando las distancias, pasaba por ser un rascacielos en la época.

Este itinerario fue el que realizó el viajero el pasado 31 de diciembre. Hay más y os los contaremos….







Bienvenidos

Hola a tod@s. Iniciamos esta aventura de publicar un blog relacionado con turismo cultural y gastronómico.

Periódicamente, iremos publicando entradas con artículos, fotografías, itinerarios, etc

Un saludo.

El equipo de Travelanart.