El viajero, que no viajante, es muy aficionado a dejarse caer con frecuencia, y más en los meses de frío a la ciudad de Segovia.
Al margen de afectos y consideraciones personales, el viajero piensa que Segovia es una ciudad preciosa, habitable, fría y acogedora al mismo tiempo y que rezuma Castilla por los cuatro costados.
Sin embargo, y como complemento a su larga lista de atractivos, nos encontramos con una ciudad que es un mirador en sí misma. Mirador del Guadarrama, Peñalara y la Mujer Muerta , escenarios que por sí solos merecen la pena.
El emplazamiento de la ciudad, determinado por la orografía y los ríos Clamores y Eresma es privilegiado y, sobre todo, fácilmente defendible en los tiempos en que las ciudades necesitaban protegerse de invasores y ejércitos enemigos.
Existen dos zonas perfectamente diferenciadas: el casco viejo, o parte alta, y el casco nuevo, o parte baja de la ciudad.
Para acceder a la parte alta, iniciamos el recorrido desde la Plaza del Azoguejo, donde resalta el Acueducto. Se trata de una plaza atípica, no es porticada, y tiene un trazado irregular determinado por la presencia del acueducto, pero impresiona y sobrecoge tan magnífica obra arquitectónica y da una idea de cómo podía ser esa ciudad romana…..
Nos dirigimos por las calles Cervantes y Juan Bravo, a subir a parte alta, que culmina en la Plaza Mayor y la Catedral.
Esta calle, nos ofrece salientes y miradores espectaculares de la ciudad y la sierra, como el que se encuentra enfrente de la Casa de los Picos.
A mitad de camino, nos encontramos con otra plaza, renacentista y medieval a la vez, con la Iglesia Románica de San Martín, la estatua de Juan Bravo y el torreón de los Lozoya. La plaza, otra vez irregular es una joya que no tiene desperdicio.
Llegamos por fin a la Plaza Mayor que, como no podía ser de otra manera no tiene un trazado uniforme, y en la que destaca sobremanera la Catedral de Santa María, aunque lo que vemos en realidad es un lateral y la girola.
Cuando uno se sitúa a en la girola, se puede perfectamente un mar de pináculos góticos.
La catedral tiene un estilo ecléctico, es una mezcla entre gótico tardío y Renacimiento.
Los turistas, tan aficionados a respetar los itinerarios preestablecidos, bajan de la catedral al Alcázar por la calle de Marqués del Arco y Daoiz. Yo aconsejo perderme en la judería, es decir, una vez en la girola de la catedral, tomar la calle San Frutos (Patrón de Segovia) y bajar hasta la puerta de San Andrés. De ahí, bordeando las murallas, nos acercamos al Alcázar.
Del Alcázar destaco mis recuerdos infantiles ligados al Exin castillos. Sus magníficas vistas desde la torre del homenaje y el contraste de paisaje entre las zonas con agua en los ríos y la meseta sobria castellana que se mira enfrente, y que se puede tocar con la mano. La iglesia de la Vera Cruz , cerca de Zamarramala es mi capricho románico que, según recientes investigaciones no es obra de los Templarios, sino de los Hospitalarios (esto último es un aporte de mi admirado Dalek Caan).
Para volver y huir del turismo, elegimos la calle Velarde (esta vez en subida) y callejeamos y nos deleitamos con la profusión de palacios y casas blasonadas que jalonan el casco histórico.
Si continuamos por estas calles encontraremos la imponente torre románica de San Esteban que, salvando las distancias, pasaba por ser un rascacielos en la época.
Este itinerario fue el que realizó el viajero el pasado 31 de diciembre. Hay más y os los contaremos….
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