Si amigos si, no estoy equivocado ni estaba pensando en otros triángulos, como el de las Bermudas, por ejemplo. Me refiero a la figura geométrica que forma la unión en línea recta entre los pueblos de Peñafiel (Valladolid), Aranda de Duero (Burgos) y Sepúlveda (Segovia).
El viajero gastrónomo siempre ha gustado de ir a comer lechazo o cordero (elíjase lo que se prefiera, pero el animal solo ha tenido que ser alimentado por la leche materna) a tierras castellanas, en primer lugar porque lo manda la tradición del madrileño arquetípico y en segundo lugar porque es lo suyo.
Tirando de recuerdos, el viajero piensa en los inicios de su idilio con el cordero, y se remonta a su infancia, cuando en navidades, sobre todo en nochebuena, el plato estrella, al menos en Madrid, era el cordero asado, acompañado de una ensalada de escarola. También completaban el menú la lombarda de primero y el besugo al horno para el que no le gustara el cordero.
El viajero nunca olvidará esas navidades de la infancia. Piensa que nunca volverán. Pero esa es otra historia….
Con la adolescencia y juventud, llegan las primeras escapadas a comer cordero y el sitio preferido era Sotosalbos, en Segovia, un poquito más allá de Torrecaballeros ( adonde iba toda la jauría madrileña).
El restaurante, Las Casillas, y su dueño, Víctor, eran como una segunda casa. El menú consistía en croquetas, cordero con ensalada y quesada de postre. Todo ello regado con jarras de cigales fresco (el paraíso, vamos).
Con el tiempo, desgraciadamente, el restaurante fue siendo descubierto por más gente. Se amplió y perdió todo su encanto. Por tal motivo, el viajero tuvo que cambiar de lugar de peregrinación y subir más al norte.
El pueblo elegido fue Peñafiel, cuna de la Ribera del Duero, antes de que se diera a conocer. El viajero recuerda excursiones a Peñafiel y Pesquera a comprar vino tinto con la garrafa…. Hoy, si no eres Aznar o Julio Iglesias, ni te reciben las bodegas…..
De Peñafiel, elegimos el asador Mauro, en la subida al Castillo. El menú seguía basándose en el cordero, aunque admitía variantes. Era el caso del queso (Flor de Esgueva) y el vino (descubrí el Emilio Moro y cambió mi vida).
Los otros dos pueblos que cito en el triángulo son Sepúlveda y Aranda, el viajero los conoce, aunque, por afinidades y costumbres, no ha solido comer allí, aunque sus figones y fogones tienen merecida fama.
El último descubrimiento, genial por otra parte, es Sacramenia, en Segovia. Si nos fijamos en el mapa, se encuentra equidistante de Peñafiel, Sepúlveda y Aranda, y su cordero, no se si por tal motivo, es sublime.
El restaurante elegido es una carnicería (Restaurante Maribel). Y digo bien, su entrada es por la carnicería, y se pasa luego al salón. Estamos ante una casa de comidas de las que ya quedan pocas. Aquí la reciedumbre castellana se impone en el menú (solo cordero, ensalada y tinto de la zona en jarras), pero es el mejor cordero que el viajero ha degustado en su vida.
Aunque para gustos, los colores.
Seguiremos informando…….